El inventor

El señorito Marcos dejó que su cabeza cayera vencida sobre el desorden de un escritorio que resumía sus últimos fracasos. Pero alguna luz se encendió dentro de él y reclamó rápidamente a su criado.
-Valentín –le dijo-, ¿la mierda arde?
-No lo sé, señorito.
-Me parece que lleva metano, y eso arde.
-Arderá.
El criado desapareció por los laberintos de la casa y el señorito Marcos sonrió: por primera vez en mucho tiempo, una idea brillante había acudido a su mente de inventor. Llamó otra vez a su criado.
-Valentín, ¿cómo ves tú que un coche funcione con mierda? El criado encogió los hombros pero el señorito Marcos no percibió la respuesta, porque miraba a la pared con la sonrisilla boba de quien se imagina las calles de la ciudad recorridas por el medio de transporte del futuro.

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